20 de marzo de 2017

Marisa López Soria: juegos, canciones y malabares con la palabra poética

Dicen que la poesía tiene habitación en la infancia. Y que su origen es el origen del lenguaje. Y como bien sabemos, el origen del lenguaje es misterioso y casi divino. En el género de la poesía me considero una escritora curiosa y entrometida, pero también me atrevo a ella por el placer de jugar, por empatía con los peques, y sobre todo por intuición. Y es que, como dice Octavio Paz: «No hay más jardines que los que llevamos dentro». Así que lo que deseo transmitir en estos pequeños poemas de CHOCOLATE Y BESOS supongo que tiene que ver con mi mundo emocional, con una forma de sentir y sentirme próxima, de afrontar la vida quitándole hierro a sucesos que nos ocurren de forma traicionera.

Con esos ingredientes cocino yo mis libros, esos poemas que ahora son vuestros, aderezados con el divertimento, y con el pudor respetuoso que me producen las palabras. Las palabras como átomos de significado y de semántica, con esa fuerza potencial increíble que tienen de curar, herir o matar… Las palabras que son para el escritor como piedras preciosas encontradas o buscadas.

Lapoesía infantil a mí me permite, casi como ningún otro género, la máxima de SÍ al escribir con aire divagatorio, porque desviarse y divagar es vivir (Gómez de la Serna). En la poesía digo SÍ como nunca al pensamiento divergente.

Porque la literatura que me interesa encierra en sí misma un ingrediente de disparate, y la escritura es una sabia mezcla entre cordura y disparate, o entre delirio y sensatez.

Usar una lógica difusa me lleva a la fantasía, al pensamiento fantaseador del que habla Jung para inventar (…). Huizinga, filósofo e investigador,  dice que el hombre es un animal que juega, y que de esa capacidad de jugar nacen las culturas, las convenciones sociales y también la Lengua y el Arte, pues en toda cultura que nace, la poesía va ofreciendo normas fáciles de aprender y recordar entre juegos y risas.

Dice este pensador: «Lo cierto es que la poesía infantil se halla más allá de lo serio, en aquel recinto más antiguo, donde habitan el niño, el animal, el salvaje y el vidente, en el campo del sueño, del encanto, de la embriaguez y de la risa. Para comprender la poesía hay que ser capaz de aniñarse el alma, de investirse el alma del niño como una camisa mágica y de preferir su sabiduría a la del adulto. Nada hay que esté tan cerca del puro concepto».

Ana Pelegrín, máxima investigadora y ensayista de Literatura Infantil y Juvenil, nos dice: «Ya sea en la tradición oral, ya en los poetas que se han acercado a los niños, ya sea en los niños a los que no les hemos mutilado su posibilidad de creación, la poesía surge con una fuerza disparatada, alógica, tierna, desolada, colorida, tejiendo una red de signos, símbolos, revitalizando el sentido, el no-sentido, el sinsentido, girando sin cesar en un recobrado, preciso sentido poético».

Y recuerdo entonces cómo la poesía llega en primer lugar al niño por transmisión oral, desde que nace a través de las canciones de su madre y de los que le rodean, y en su desarrollo a través de los juegos, retahílas, nanas, adivinanzas, juegos de palabras, trabalenguas, corros, ruedas, combas, y canciones que es aquel corpus poético de origen incierto, anónimo, y del que se va apropiando y pertenece por derecho al niño. Poesía que tal vez esté recogida en un origen mucho más arcaico y pretérito, el de las oraciones o conjuros que recogen noticias de un mundo antiguo, una rama popular de la que solo se hacen eco los estudiosos e investigadores del tema. Todo ese corpus poético de misterioso origen es para el niño entrenamiento e iniciación al mundo adulto. Por eso dice Celaya que «los niños saben mucho del secreto de la poesía».

Derivada de la popular, hay otra poesía, la de autores que intentamos acomodarnos al mundo del niño en busca de lo primario. El escritor adulto busca y desea del niño su sencillez, la impertinencia, el uso múltiple y la riqueza en imágenes que él tiene de la palabra, lo connotativo y equívoco; eso sí, todo ello con voluntad de estilo (esa es la diferencia).

Pero la poesía infantil tiene sus peculiaridades por la naturaleza misma del hecho poético. Aunque la adjetivación de infantil muchas veces pone límites a la libertad de crear. El equívoco de los adultos con la poesía infantil viene dada por la connotación peyorativa de las palabras: poesía infantil y sencillez.

Y es cierto que el contenido del poema debe ser sencillo, pero nunca vulgar ni simple. Y es que, también en la poesía infantil, como en pintura u otras artes, hay un único y verdadero camino hacia la estética literaria y el concepto puro. Por cierto no sufren adjetivaciones peyorativas Klee, Picasso, Miró.

Por último, añadir que la auténtica poesía para niños no es una poesía boba, llena de cursilerías y didactismos, sino esencialmente búsqueda de la poesía.

Reducirla a una enumeración de virtudes o enseñanza de temas escolares es desvirtuar la esencia poética, convertirla, como dice Gabriela Mistral, «en un absurdo, que podríamos llamar balbuceos de docentes».

Marisa López Soria, autora de Chocolate y Besos